Julián Lamar (Juan Minujín) es
actor. Ha hecho publicidades, está estrenando una obra de teatro y filma una
película junto a un actor de renombre y popularidad. Es ese mundo el que
transitaremos de su mano y de su voz, observando a través de sus ojos las
apariencias que se mimetizan de realidad y oyendo su conciencia, fluyendo
vertiginosa y rabiosamente sin tapujos ni remilgos, hablar directamente lo
que su boca no puede decir. “No puede decir” si pretende hacerse de un sitio
en ese ambiente, de un reconocimiento que no parezca migajas o sobras de
algún banquete que otros han disfrutado. Cuando la oportunidad parezca
golpear su puerta –disfrazada de película yanqui filmada en el país–, será
el momento de dar el salto para demostrar a los otros su valor. Pero los
sueños también pueden volverse pesadillas, a veces merecidamente.
La envidia,
los egos en colisión permanente, la soberbia, la desvalorización y los
miedos, las capas de mentira que difícilmente puedan diferenciarse
de la piel y el maquillaje pasado el tiempo, la falsedad y la hipocresía se
conjugan para, al ser desarrollados en un guión que apuesta por la comedia
ácida e impiadosa, provocar carcajadas que van dejando paso a ese regusto
amargo final que nos deja abatidos y desesperanzados.
Sin
demasiada novedad en el relato (el mundo de la actuación es un terreno
transitado) ni en las formas, Vaquero se sostiene y apoya en un
sólido elenco que se luce y le permite a Juan Minujín demostrar sus
capacidades tanto al frente como detrás de cámara.
Javier Luzi
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