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VIAJE
POR EL CUERPO
Argentina,
2000 |
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Dirigida por Jorge Polaco, con Marcelo Marcilla, Guadalupe
Leuviah, Ivonne Fournery, Zulema Caldas.
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Si hay algo
evidente en cada nueva entrega del cine de Jorge Polaco, es la coherencia
de toda su obra. Comprometido con el exceso, su cine es la exploración y
exhibición de las emociones exacerbadas, a través de una gestualidad
llevada más allá del límite. Ya conocíamos su cine agresivo, sus
bofetadas al espectador, buscando molestarlo, sacarlo de la pasividad. Y
para lograrlo, no teme caer en el ridículo, o en el patetismo.
En Viaje por el cuerpo,
Polaco vuelve a regodearse con la exhibición de la locura. Sus personajes
no son realistas sino modelos, figuras estereotipadas: "El
artista" (Marcelo Marcilla) es hijo de una madre oscura (Ivonne
Fournery, también co-guionista), quien proyectaba para su vástago un
destino de pintor renacentista. Es obvia la evocación de En el nombre
del hijo, uno de los primeros films del director. Encerrados en un
caserón de provincia, el hombre-niño sólo desea volcar en la
fotografía su vocación de voyeur, y el desencuentro entre madre e
hijo culmina en el exilio de éste hacia la capital. Allí, encontrará a
una ciega (Guadalupe Leuviah) que lo iniciará en la vida de hombre
adulto.
Película sobre la mirada, la
locura, sobre los mundos cerrados de la dominación femenina y la
imposibilidad del amor. Con una dinámica y una puesta en escena que
tienen mucho de teatro y muy poco de cine, los actores deben cumplir una
difícil performance, sometidos a actuar mucho tiempo desnudos, desde la
hipérbole permanente y el paroxismo abrumador. Polaco cae en la
desmesura, aquella que los griegos consideraban el peor de los pecados. El
llanto, el grito, la crispación, la histeria son los ingredientes de esta
nueva aproximación a la locura, muy difícil de digerir.
Josefina Sartora |
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