La
verdad es que no sabía muy bien cómo encarar la cobertura de este variado VI
Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Finalmente, me incliné por
redactar una serie de apuntes de lo que me pareció más importante. Es
probable que hayan quedado cosas en el camino, pero después de doce días
a toda máquina es difícil consignarlo todo, así que sepan disculpar
(gracias). Aquí vamos.
Ay, Sarita
Después de ver las películas de Sara Driver, quien también produjo a Jim
Jarmusch y vino a Buenos Aires como jurado de la Competencia oficial,
siempre surgía la misma pregunta: ¿y esto? La verdad es que Sleepwalk
y You Are Not I funcionan como artefactos de los ochenta, sólo
entendibles en el contexto en que se filmaron, con permanentes
autorreferencias. A Sara me la definieron muchas veces como muy simpática,
muy abierta. Cada vez que oía esas afirmaciones recordaba a mi padre cuando
hablábamos de Diego Milito, el 9 de Racing, que lo que menos hacía era meter
goles:"sí, es un buen muchacho que transpira la camiseta, se mata por el
club, paga los impuestos y cuida a su familia, pero... ¿y los goles?". Y
entonces digo: Sara Driver será una tipa bárbara, pero... ¿se entienden sus
películas?
Retrospectivas
Completando o complementando la muestra que tuvo lugar en el 2000 en la sala
Lugones, llegó al Bafici una pequeña retrospectiva de Kiyoshi Kurosawa,
compuesta por cinco largometrajes del director más el documental Ambivalent
Future: Kurosawa Kiyoshi, sobre la filmación de Bright Future,
incluida en la muestra. Hay que decir que el documental no es gran cosa,
sólo un mero registro de la filmación de la película. Sin embargo,
Doppelgänger, a pesar de marear con varias vueltas de tuerca sobre el
final, no deja de ser un interesante ensayo sobre la doble personalidad y
los polos opuestos. En cuanto a Pulse, combina de forma inteligente
el terror y el thriller tecnológico. El ciclo inspiró deseos de ver más de
este director que se las arregla para imprimir su huella autoral... sobre
films comerciales.
Una de
las retrospectivas más parejas del festival fue la dedicada al
documentalista norteamericano Emile De Antonio, cineasta enemigo de Nixon
por excelencia, quien se atrevió a denunciar los males del macartismo, la
guerra de Vietnam y el ascenso de Nixon mediante notables películas, muy
entretenidas, editadas con sagacidad absoluta, en las que las imágenes
cambian de significado en la mesa de montaje y la sátira política conserva
gran actualidad. Point Of Order (sobre el juicio a McCarthy), In
The Year Of The Pig (en la que se describe la tragedia y los errores de
Vietnam) y Millhouse: A White Comedy (donde se revela la espantosa
caricatura que era Richard Nixon) muestran con dureza e ironía lo peor de
una sociedad que, en la era Bush, se sigue repitiendo a sí misma.
A
propósito de las reflexiones documentales, o seudo-documentales, es oportuno
referirse a Thom Andersen, quien en Los Angeles Plays Itself detalla
la ciudad californiana desde el punto de vista hollywoodense, exponiendo con
acierto la estrecha mirada de los estudios sobre la ciudad que funciona como
su soporte. Es verdad que por momentos Andersen se pasa de rosca y
deja aflorar una buena dosis de cinismo y narcisismo, entablando también un
innecesario "match intelectual" con el neoyorquino Woody Allen, pero las
casi tres horas se pasan bastante rápido. La retrospectiva de Andersen
permitió acceder a una rareza como es The Exiles, película de Kent
Mackenzie con fuertes influencias neorrealistas acerca de la vida de los
indios y sus descendientes en Los Angeles. Un relato crudo, certero y breve
totalmente apartado del esquema del cine de denuncia estadounidense.
Tuve la
fortuna de hacerme cargo de la pequeña retrospectiva dedicada a John Ford.
Ver sus films en pantalla grande es un placer inigualable. Casi me pongo a
llorar de solo ver el ancho de la imagen durante la proyección de Cuna de
héroes, relato ultrapatriótico sobre la vida de un hombre que pasa su
vida enseñando en la academia de West Point. Es difícil saber cómo hace Ford
para hablar de una institución militar como aquella... sin ofender a nadie.
(Casi daban ganas de enlistarse y morir por la patria yanqui.) Prisionero
del odio constituye un trepidante relato de aventuras sobre un médico
–simpatizante de los confederados para más datos– al que acusan falsamente
de complicidad con el asesinato de Lincoln y encierran en una cárcel ubicada
en una isla donde surge una epidemia tremenda. Aquí Ford ya demuestra que el
revisionismo histórico iba a ser una de sus temáticas predilectas. El
joven Lincoln es una obra maestra absoluta, y una prueba de que se puede
"bajar del pedestal" a los próceres sin por eso soslayar su (futura)
grandeza. Además, la película ofrece segmentos de gran nivel humorístico,
aun en los momentos más oscuros y siniestros. Pero el gran hallazgo de esta
muestra fue Resplandece el sol, la historia del juez Priest y de cómo
rige el pueblo en el que vive. Este film de 1953 constituye un excelente
resumen de toda la filmografía de Ford, incluso de la posterior a ese año.
La desmitificación, la ambigüedad de los personajes, el fin de la era del
Oeste y el comienzo del dominio del Este, la utilización de estudios y
escenarios artificiales como grandes decorados abiertos, las miradas y
actitudes que lo dicen todo sin necesidad de una palabra, el hábil uso del
espacio off, el humor en circunstancias dramáticas, todo lo que hace a Ford
uno de los grandes maestros del cine mundial está en este título. Me perdí
Caravana al Oeste, pero ya sé que también es una obra maestra.
Acción,
no súper
La sección Superacción no fue exactamente de superacción: hubo pocos tiros y
explosiones. Eso no significa que no haya sido entretenida, y puedo asegurar
que nadie se durmió. P.T.U. es una película dirigida por Johnny To,
habitué del Bafici, quien deja un poco de lado la acción pura en este relato
que funciona en base a anticlímax, lo que lo convierte en una comedia de
situaciones en la que se parodia a la autoridad policial. Sympathy For
Mr. Vengeance fue seguramente uno de los títulos más polémicos del
festival, una película donde la revancha y las retribuciones "con la misma
moneda" exponen lo peor de la sociedad y la diferencia de clases. Gozu,
de Takashi Miike, confirmó que este director está loco, pero no deja de ser
un loco astuto, que pone toda la carne al asador al principio y al final del
metraje. El problema es que durante el nudo del asunto la carne no es muy
buena. El balance es discreto. Zatoichi, de Takeshi Kitano, combina
de manera ágil y vertiginosa el drama con las luchas de samurais, los
efectos especiales e incluso el musical. Uno de los puntos altos del
festival, y apto para todo público. Finalmente, The 36th Chamber Of
Shaolin es un torrente de imaginación visual, en el que la narración
llega a adquirir una lógica similar a la de los videojuegos, perfectamente
encadenada y coherente. Las coreografías y peleas son memorables. Para más
datos, la película se filmó hace ¡veintiséis años! Me quedé sin ver
Intimate Confessions Of A Chinese Courtesan que, según dicen, influyó
notoriamente a Kill Bill, de Tarantino.
De todo
un poco
Sobre los
films en Competencia sólo me voy a limitar a decir que Parapalos, la
gran ganadora, no me gustó. Y que Deborah San Martin, del sitio
psicoanalítico El sigma, pronosticó con gran lucidez el premio del
público para Whisky Romeo Zulu. ¿Yo acerté en algo? Ehhhhh... no.
Un cálido
refugio y una apuesta a lo seguro durante las agitadas jornadas del festival
lo constituyeron los films seleccionados por la Cinemateca Francesa. Vi
The Matinee Idol, de Frank Capra, una película muda fabulosa que posee
el tono tierno y gracioso que oculta a medias una visión pesimista sobre el
mundo salvaje y despiadado al que nos enfrentamos. Típico del director de
¡Qué bello es vivir! y Sucedió una noche. También vi La saga
de Anatahan de Josef Von Sternberg, filmada en 1953 con dos mangos,
pocos actores y casi nada de diálogo, pero con un extenso y extraordinario
uso de la voz en off. Un raro, raro experimento. Sería bueno que este ciclo
se consolide en futuras ediciones festivaleras.
Y empieza el popurrí. La tan publicitada La quimera de los héroes no me
gustó y me gusta cada vez menos. Goodbye Dragon Inn me confirmó, a
pesar de sus fanáticos, que el cine de Tsai Ming-Liang me produce tanta
emoción e interés como una clase de química. Fui a ver un film de Rivette
que duraba dos horas y media y me fui a la media hora. El documental
Piano Blues de Eastwood me decepcionó bastante. De Raúl Ruiz y su La
Ville Des Pirates no entendí el 99%. Sin embargo, Sonata For Viola
Dmitri Shostakovich de Sokurov demuestra que este ruso ya era un genio
en 1981 y que incluso es capaz de encontrar inesperados e inconscientes
cómplices, como Sergio Wolf y Lorena Muñoz, directores de Yo no sé qué me
han hecho tus ojos, obra con la que comparte búsquedas e inquietudes
similares en la edición y en el uso de la voz en off. El documental Johan
Cruijff: en un momento dado es apasionante y conmovedor por partes
iguales, y acerca a los espectadores contemporáneos la figura de un gran
jugador como fue el holandés. Algo similar transmite The Revolution Will
Not Be Televised, que muestra los (des)manejos y la manipulación de la
televisión privada venezolana durante el frustrado golpe contra Chávez.
Shara, un drama familiar pleno de impresionantes planos secuencias, fue
una de las sorpresas más agradables. Primavera, verano, otoño,
invierno... y
primavera fue quizá "la" película del Bafici, un relato sencillo
pero complejo al mismo tiempo, donde todo parece conducir al lugar común
para ofrecer un nuevo sentido. Crimson Gold, del iraní Jafar Panahi,
con guión de Abbas Kiarostami basado en un hecho verídico, es un film de
una lucidez asombrosa que pinta con gran destreza las diferencias sociales y
las consecuencias de la exclusión en Irán. Del lado argentino, lo mejor fue
por lejos Los guantes mágicos, de Rejtman. Un Oscar para Vicentico,
por favor.
Pude haber visto cincuenta
o sesenta películas, pero vi cuarenta. Y estuvo bien que fuera así. Un
festival de cine no es sólo ver películas. Es opinar, charlar, discutir con
otra gente, correr de un lado para el otro, asistir a conferencias y
presentaciones de libros como Mirada de mosca (una excelente serie de
ensayos y reflexiones sobre films argentinos rodados entre 2001 y 2003, escritos por Lorena Cancela), establecer contactos, ir a fiestas y un
largo etcétera. Esperamos que el sexto Bafici no haya sido el último
y que queden muchos más por venir.
Rodrigo Seijas
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