Mi
gringa, retrato inconcluso
(Uruguay, 2001.
Dirigida por Aldo Garay). Aldo Garay cuenta en esta especie de escaleta
en imágenes el tercer montaje del proyecto (aún inacabado) que él mismo
está gestando. Julia, transexual, y Nacho, su pareja, un alcohólico en
recuperación profundamente religioso, revisitan su vida pasada y su presente
como cualquier matrimonio común y corriente. Claro que ni tan común ni tan
corriente. Personas-personajes que sin filtro alguno se plantan frente a la
cámara para decir sin tapujos lo que piensan. Así como asombran las
posiciones de género expuestas con una claridad que prejuiciosamente nadie
esperaría oír teniendo en cuenta su clase social o su educación, la
sinceridad de las relaciones y lo sentimientos que viven provocan una
ternura infinita. Homosexualidad, travestismo, religión, marginalidad,
deseo, sexo son los temas que abundan sin menoscabo de ningún detalle.
Complicada elección moral para su puesta en escena final, que siempre bordea
el complicado límite entre la burla, la risa y la mera exposición. Javier
Luzi
Lunacy
(República Checa-Eslovaquia, 2005. Dirigida por Jan Svankmajer). Se podía sospechar, a partir de sus
cortos animados, que las ideas de Jan Svankmajer eran un tanto... estiradas.
Aquí se confirma plenamente, con una puesta en escena limitadísima y
conceptos que atrasan unos treinta años. Un bodoque absoluto, que pretende
mezclar a dos autores brillantes como el Marqués de Sade y Edgar Allan Poe,
en una historia supuestamente perversa y seductora, pero que no pasa de los
fuegos artificiales, sin sustancia alguna. Rodrigo Seijas
Fantomes (Francia, 2001. Dirigida por Jean-Paul Civeyrac). Había que
desconfiar de Jean-Paul Civeyrac. Ya había demostrado lo creído que
era con A Travers La Foret (reseñada en las páginas de este sitio
dedicadas al XXI Festival de Mar del Plata). Ahora lo confirma, continuando
con su línea de estupidez disfrazada de trascendencia. Más que agobiar, ya
pudre con todos esos personajes que no cesan de decir frases
“importantes”, hablándoles –encima–
a fantasmas muy aburridos. Para espectros,
prefiero a Shyamalan. Rodrigo Seijas
Umbracle (España,
1970. Dirigida por Pere Portabella). El director de esta película es el
productor de Viridiana y principal responsable de que la obra maestra
de Buñuel se conociera en todo el mundo. Eso debería valerle nuestra
gratitud eterna, pero el hecho es que también ha dirigido películas, y estas
son rabiosamente originales. La que nos ocupa consta de una serie de
segmentos que se suceden sin solución de continuidad e incluyen el deambular
del mítico Christopher Lee entre museos y secuencias de una Barcelona
alucinada, extensas y variadas opiniones de la época sobre censura
cinematográfica y legislación cultural, un número cómico protagonizado por
un par de payasos, y como veinte minutos de una película cuya exaltada
celebración católica y franquista cambia de signo dentro de este atípico
contexto. Un aire de distinción y riesgo la recorren de principio a fin. Lee
improvisando frente a cámara y recitando “El cuervo” de Poe son la frutilla
del postre. Marcos Vieytes
Agostino D’Ippona (Italia, 1972. Dirigida por Roberto Rossellini). A
partir de la figura de San Agustín, Rossellini toca con atrevimiento temas
como la verdad y la virtud, sin dejar de lado las responsabilidades que
rondan el ejercicio del poder, algo que ya había abordado en su obra maestra
La toma del poder por Luis XIV. Es verdad que por momentos el film se
torna excesivamente discursivo y redundante, pero aun así su modernidad es
innegable. Una película a futuro. Rodrigo Seijas
Il Messia
(Italia-Francia, 1975. Dirigida por Roberto Rossellini). Resultado de su
incursión en el mundo televisivo, Rossellini entrega una película sobre
Jesús que nada tiene que ver con los telefilms que inundan las pantallas
durante las Pascuas. Con un gran manejo de la cámara (primeros planos, zoom,
travellings) y un montaje agilísimo que todavía luce moderno, un reparto que
sacia las expectativas y una urdimbre narrativa que deja de lado cualquier
alusión a los milagros (haciendo foco sobre el lado humano del Hijo de Dios
15 años antes que Saramago en su novela “El evangelio según Jesucristo”), el
director italiano contextúa y politiza al personaje histórico sin dejar de
emocionar. Evitando cualquier golpe bajo y, al mismo tiempo, aprovechando
los recursos que el neorrealismo supo ofrendar al cine: utilización de
escenarios naturales, personas corrientes (rostros únicos) para una
reconstrucción de época que resulta de una verosimilitud escandalosa.
Javier Luzi
La
toma del poder por Luis XIV (Francia,1966. Dirigida por
Roberto Rossellini). Mucho se ha dicho sobre esta utopía pedagógica de
Rossellini, pero la imposibilidad de acceder a sus películas hace casi
imposible opinar sobre ellas. Esta oportunidad nos permite encontrarnos con
una obra de encuadres perfectos, deudora del más exquisito sentido pictórico
a la vez que de la más notable modernidad cinematográfica, y de una lucidez
tan abrumadora como sencilla. De la representación surge la realidad y
Rossellini ilumina el proceso mediante el cual un gobernante forja su imagen
merced a decisiones políticas firmes, pero también gracias a una prodigiosa
conciencia de la importancia que tiene el armado de la figura pública. Con
una cámara que no se mueve más de lo necesario, algún travelling en
retroceso notable por lo revelador y económico, más la perfecta composición
dentro del cuadro, Rossellini plasma una obra maestra del telefilm.
Marcos Vieytes
Sócrates
(España-Italia-Francia, 1970. Dirigida por Roberto Rossellini). Está un par
de escalones por debajo de La toma del poder..., pero también es
bastante más divertida. Cada aparición de Jantipa, la esposa del filósofo
del título, no sólo introduce el humor directo en el plano sino que ilumina
la dimensión cotidiana y civil de su pensamiento, quizás el más importante
de sus legados. El método de Rossellini consiste en eludir lo
“extraordinario” poniendo en escena muchos de los rituales cotidianos de la
época. Así, juntarse a comer entre amigos, vender y comprar en una feria,
saludarse y otros hábitos van configurando el paisaje y el tempo
propio de una época, un lugar y sus habitantes. De ese modo evita concederle
excesivamente la palabra a su protagonista, y transmite su verdad por
intermedio de las decisiones y actitudes morales ejecutadas por aquel.
Marcos Vieytes
Few Of
Us (Francia-Lituania, 1996. Dirigida por Sharunas Bartas). Algunos
opinaron que este es el mejor film de Sharunas Bartas. Otros, que es una
porquería. Ni una cosa ni la otra. Con esta historia de una mujer que llega
a un pueblo en medio de una montaña para ser deseada por todos los hombres
de allí, Bartas apuesta fuerte. Manipula por momentos a los personajes y se
(nos) mete en situaciones éticamente cuestionables. Con todo, muchas de sus
virtudes, relativas a una concepción del cine a partir del poder de la
puesta en escena que genera un fuerte lazo hipnótico con el espectador,
perviven intactas, demostrando que hay pocos cineastas como éste en este
mundo. Rodrigo Seijas
Freedom
(Francia-Lituania-Portugal, 2000. Dirigida por Sharunas Bartas). Planos
generales; ausencia de velocidad siglo XXI. Bartas se toma todo el tiempo
para filmar casi sin palabras la historia de unos traficantes que se pierden
en un desierto. Espacios vacíos, seres solitarios y parcos. Incomunicación.
Desesperanza. El territorio hostil devuelve pura desolación. Construida con
una imaginería visual de una belleza poética y plástica hipnótica,
subyugante. Cine que utiliza lo audiovisual como ensayo filosófico sobre
ciertos valores de la humanidad que parece ironizar desde su mismo título.
¿De qué libertad hablamos? Las moscas que se posan sobre los cuerpos en una
escena im-pre-sio-nan-te hablan de la insensibilidad adquirida para
sobrevivir, de nuestras laceraciones. Javier Luzi
Seven
Invisible Men (Francia-Lituania, 2005. Dirigida por Sharunas Bartas). En
el cine de Bartas, todas las tragedias son anunciadas. Lo terminal y mórbido
es algo inherente a su filmografía. Aquí, un grupo de hombres huye hasta una
casa donde la autodestrucción es lenta, pero inevitable. Los cuerpos no se
encuentran, no se juntan, sino que chocan y se agreden mutuamente. Para el
director lituano, la humanidad es una especie condenada a la extinción, y el
virus destinado a anquilarla es ella misma. Todo un optimista del género
humano. Rodrigo Seijas
A Fine Day
(Alemania, 2000. Dirigida por Thomas Arslan).
Deniz es
descendiente de turcos y vive en Alemania. Es actriz y está haciendo el
doblaje de Un cuento de verano. La película trata de ese día en su
vida en que rompe su relación con su novio (celoso, posesivo, pasivo) y
conoce a un muchacho que es un vecino y podría ser algo más. Largas
caminatas, diálogos sobre el amor y las relaciones, la causalidad y el azar,
los cruces de miradas que devienen oportunidades imperdibles, la toma de
riesgos y las derrotas, las ilusiones y la madurez. La vida como si la
hubiera filmado un Rohmer trasladado a Berlín. Fluidez narrativa producto de
un guión y una puesta en escena precisos y naturales. Encantadora y
romántica. De extrema profundidad a partir de una suma sencillez. Brillantes
actuaciones y una construcción de personajes que derrocha verosimilitud. Una
joya del Bafici dentro de la retrospectiva de Thomas Arslan. Javier Luzi
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