¿Recuerdan A quién ama Gilbert
Grape, Las reglas de la vida y Chocolate? ¿Recuerdan con
qué buen pulso y sensibilidad el director Lasse Hallström recorría el drama
o la comedia dramática reflexionando sobre temas muy densos –el aborto, la
marginalidad, la discriminación– sin perder interés, emotividad, ni caer en
golpes bajos? En Atando cabos, la nueva película de este director
sueco instalado en Estados Unidos, podemos volver a festejar muchos de esos
logros anteriores, inclusive el de las buenas actuaciones sobre las que se
apoya el relato para construir a sus atormentados personajes.
Con el acento puesto una vez más en la búsqueda de la identidad,
Atando cabos narra la historia de Quoyle (Kevin Spacey). Este hombre
inseguro y tímido debe sus traumas –su terror al agua, por ejemplo– a los
maltratos que su padre le prodigaba de niño. Fracasado y solo la mayor parte
del tiempo, encuentra al amor de su vida en una prostituta que le presta
atención. Un par de escenas y un poder de síntesis sorprendente le bastan a
Hallström para depositarnos finalmente en el presente: aún muy enamorado y
con una hija de seis o siete años, Quoyle aguanta estoicamente los despechos
de Petal (Cate Blanchett) y se siente desesperado cuando su mujer se marcha
y sufre una desgracia. A partir de allí, y con la llegada de una media
hermana de su padre
(recientemente fallecido), la trama da un giro y toma su rumbo definitivo.
Quoyle, la niña y la tía Agnis (Judi Dench) parten hacia la tierra de los
Quoyle para recuperar su pasado y construir un futuro mejor. Encuentran una
casa centenaria en medio de una montaña rocosa, nevada y rodeada por el
violento mar. Un pueblo que no recuerda a esa familia precisamente
con cariño. Y una serie de acontecimientos y leyendas misteriosas e
intrigantes que se irán develando a medida que avance la historia. Quoyle
comienza a trabajar como reportero de las "noticias de barcos" (de allí el
título original) en el diario local y se rodea de una serie de personajes
–jefes, amigos, una nueva mujer y su hijo– con sus propias miserias, dolores
y esperanzas.
Con una estructura de corte clásico y un ritmo apacible pero sostenido,
Atando cabos se desarrolla entre la vida cotidiana de Quoyle, su trabajo
y su relación con Wavey (Julianne Moore) y un mundo de fantasía –con algo de
realismo mágico– que el relato esboza a través de los sueños y pesadillas
del personaje central, las visiones premonitorias de su hija y la revelación
de varias tragedias y secretos de los habitantes del lugar y de sus
antepasados. Como todas las criaturas de Hallström, Quoyle se sabe igual y a
la vez diferente, se anima a enfrentar sus temores y se muestra tal cual es
para descubrir así que también hay un mundo para él. Uno de esos mundos que
en el cine de Hallström vale la pena disfrutar.
Yvonne Yolis |