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EL CAMINO A GUANTANAMO
(The Road To Guantanamo)

Inglaterra, 2006


Dirigida por Michael Winterbottom y Mat Whitecross, con Farhad Harun, Arfan Usman, Rizwan Ahmed, Wagar Siddiqui, Shahid Iqbal, Jason Salkey.



Esta es gente mala. (George Bush)

No soy abogado. No me ocupo de aspectos legales. (Donald Rumsfeld)

Ver la película El camino a Guantánamo es hoy una experiencia muy movilizante, y será más intensa a medida que se conozcan más detalles sobre la tortura que están practicando las instituciones estadounidenses sobre los sospechosos de terrorismo. Pocos días después de verla, conocimos la nueva ley del gobierno de Bush que acentúa el avasallamiento a los derechos humanos y legaliza los medios coercitivos para obtener información. La pensadora Judith Butler analiza en su libro “Vida precaria” la condición de los sospechosos de terrorismo que sufren detención indefinida en esos lugares que –por estar fuera del territorio de los Estados Unidos– quedan al margen de los derechos de la ley de ese país. El Poder Ejecutivo ha designado a funcionarios o burócratas (que ni siquiera cuentan con una clara legitimidad) para “evaluar” unilateralmente si los detenidos –que carecen del status de prisioneros de guerra y no están amparados por la Convención de Ginebra– revisten alguna peligrosidad, y deciden sobre la vida y la muerte de simples sospechosos, neutralizando el estado de derecho y aboliendo la división de poderes. En nombre de la seguridad y emergencia nacionales funciona allí un marco racial y étnico que considera a esas vidas menos que humanas, privadas de sus elementales derechos legales, en un ilegítimo ejercicio del poder.

El film del inglés Michael Winterbottom es un vívido cuadro de situación de un caso real: la odisea de cuatro ciudadanos ingleses de ascendencia árabe y religión musulmana, en su largo camino hacia la abyección. En una medida combinación de ficción y documental, el film relata el viaje que el grupo realizó en 2001 desde Tipton, Inglaterra, a Pakistán para asistir a la boda de uno de ellos. Por difusos motivos que tampoco para el público quedan precisados, tal vez por una intención humanitaria de solidaridad, o por omnipotencia juvenil, los muchachos pasaron a Afganistán poco después del ataque a las Torres Gemelas, convencidos de que Estados Unidos no invadiría ese país. Entonces, lo que podría haber sido una road movie de aventuras deviene una película de terror. Desaparecido uno de los amigos, los restantes culminan su éxodo bajo las bombas en un vehículo de talibanes. Junto a ellos son hechos prisioneros por las fuerzas de la Alianza del Norte y, cuando creían estar ya a salvo dada su condición de británicos, son trasladados a la base militar estadounidense de Guantánamo. Allí son sometidos durante casi dos años a todo tipo de torturas físicas y psicológicas, suspendidos todos sus derechos humanos, y sufren continuos interrogatorios por parte de funcionarios ingleses y norteamericanos, en procura de que firmen declaraciones carentes de todo asidero real.

Si algo podemos sintetizar de la filmografía de Winterbottom, es que la misma carece de una sola línea. Se trata de un director versátil, que puede ocuparse tanto del rock, como en La fiesta interminable (24 Hour Party People), de la transposición de una novela al melodrama (Jude) y de filmar una historia futurista (Código 46), como de abocarse a los temas sociales, cosa que hizo en Bienvenidos a Sarajevo y ahora en ésta, ganadora del Oso de Plata a la mejor dirección en el último Festival de Berlín. En una actitud fuertemente postmoderna, el film transita –al principio algo confusamente­– entre las declaraciones ante la cámara de los verdaderos protagonistas de la tragedia, imágenes de archivo y noticieros, y la reconstrucción ficcional de sus desventuras con actores no profesionales británicos de origen árabe. Winterbotton recreó estas escenas en Pakistán y Afganistán, mientras que reconstruyó las jaulas al aire libre de Guantánamo en Irán. En esas celdas los prisioneros están impedidos de pararse, caminar, o practicar sus rezos cotidianos. Varios de ellos han conseguido quitarse la vida, pese al celo de su vigilancia. Es llamativa la capacidad de resistencia y serenidad de los protagonistas reales cuando cuentan sus atroces experiencias en ese descenso a los infiernos.

En esta oportunidad, Winterbottom codirige el film con su habitual colaborador Mat Whitecross, quien al parecer conoce de cerca la historia de Argentina y, como todos nosotros, sabe que dramas tan siniestros y kafkianos como éste no son privativos de los países del Norte.

Josefina Sartora      

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