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LA CASA DE LAS DAGAS VOLADORAS
(House Of Flying Daggers)

China-Hong Kong, 2004


Dirigida por Zhang Yimou, con Takeshi Kaneshiro, Andy Lau, Ziyi Zhang, Dandan Song
.



El crítico de arte Elie Faure habló por los años treinta de la existencia de un cine-danza, un cine que relegaba el desarrollo de la trama y la psicología de los personajes para concentrarse más que nada en que todos y cada uno de los planos estuvieran unidos y constituidos de la manera más perfecta y armónica posible. Ejemplos de esto se encontraba por aquellas épocas en las películas de Eisenstein y Vertov, films obviamente recargados de ideología, pero también posibles de ser vistos sólo desde su forma, apreciando únicamente la perfección con la que estos directores unían sus planos de manera casi matemática, como los armónicos movimientos de un bailarín.

El argumento de la última película de Zhang Yimou es mínimo, y gira alrededor de un guardia de un antiguo imperio chino (Andy Lau) que decide hacerse pasar por rebelde para seguir a una muchacha ciega (Ziyi Zhang) perteneciente a una organización (la que da origen al título) empeñada en matar al emperador. La casa de las dagas voladoras, exponente del wu-xia-pian (género de artes marciales que aquí conocimos con El tigre y el dragón de Ang Lee, pero que viene cultivándose en Hong Kong desde hace más de treinta años), podría ser perfectamente calificada como una película-danza, en la que la historia funciona como excusa para construir una suerte de poesía visual.

Mismo experimento había intentado Yimou con su anterior película, Héroe, otro wu-xia-pian, con resultados francamente horribles. Por suerte, varios de los defectos de esa película fueron corregidos en ésta, que es muy superior.

En principio La casa... no cree que la belleza se obtenga a partir de una estética de protectores de pantalla, poniendo cada plano al servicio de todos los colores imaginables de la escala cromática, ostentando el presupuesto de una manera ampulosa... pasando de lo barroco a lo lisa y llanamente grasa. El nuevo film de Yimou es de un lirismo mayormente sutil. Como bien señala Tomás Binder en su crítica de Héroe, aquella película adolecía de una profunda soberbia; creía en una y sólo una verdad, de ahí que su ideología haya sido prácticamente fascista y su concepción de lo bello profundamente exhibicionista.

La casa... en cambio es la obra de alguien que filma un mundo que no comprende: los principales líderes nunca se ven, las acciones de los personajes muchas veces no pueden ser explicadas por ellos mismos. Y lo mismo sucede con la puesta en escena. Si Truffaut decía a propósito de Encuentros cercanos del tercer tipo que Spielberg filmaba los hechos reales como si fuesen fantásticos y los hechos fantásticos como si fuesen reales, Yimou logra que sintamos una pelea de artes marciales que desafía todas las leyes de la física como algo menos fascinante que un paisaje natural o el rostro perfecto de Ziyi Zhang. Y esa fascinación presupone un principio de incertidumbre. Rara vez las siluetas de los personajes pueden verse por completo, el realizador se cuida de filmar muchas de las escenas en medio de bosques o de una nevada, suele tomar a sus actores maquillados o cuando se encuentran de perfil o de espaldas a la cámara como si toda la belleza (y el poder) del mundo residiera en su capacidad de no mostrarse en su totalidad.

Sería insensato decir que Las dagas... es un film perfecto; hay más de un momento (cierta toma con cámara en mano, cierto abuso de la cámara lenta) que opaca sus méritos visuales. El más flojo de todos se presenta lamentablemente al final, en los últimos minutos, en los que un clima artie bastante asqueroso se apodera de la película. Comienza a sonar una música pseudonewage al compás de una gran orquesta, mientras la pantalla se llena de colores con esa misma grandilocuencia berreta de Héroe.

Y en un film donde la forma lo es todo (o casi todo), una decisión estética tan errada puede ser fatal. Digamos que si La casa... es una película-danza, semeja la performance de un bailarín que luego de hacer una muy buena, y por momentos excelente coreografía, termina por algún tropezón cayendo estrepitosamente de culo. La belleza del baile existió, el talento estuvo y el recuerdo final será en promedio bueno, pero esa danza distó mucho de ser todo lo agradable que pudo haber sido.

Hernán Schell      

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