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CHICAGO

Estados Unidos, 2002



Dirigida por Rob Marshall, con Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones, Richard Gere, Queen Latifah, John C. Reilly.



Se puede estar de acuerdo o no con el cine de Hollywood; lo que no cabe discutir es que quienes lo producen son los padres de la comedia musical. En ese terreno la saben lunga. Para comprobarlo no hay más que asistir a la proyección de esta sorprendente y encantadora película que, sin importar cuántas de las 13 nominaciones que obtuvo finalmente se conviertan en estatuillas del Oscar (hace 35 años que ningún musical se alza con la principal), quedará, junto a Cabaret y All That Jazz, como un clásico del género y conseguirá revitalizarlo. En este sentido, realizará la esperanza frustrada de los productores de Moulin Rouge.

Chicago narra los "15 minutos de fama" que viven Roxie Hart (Renée Zellweger) y Velma Kelly (Catherine Zeta-Jones), dos asesinas del Chicago de la década del ’20, y la popularidad que gozan las mismas merced al periodismo sensacionalista de la época y a los tejes y manejes de autopromoción del inescrupuloso Billy Flynn (Richard Gere), abogado de ambas que no duda en afirmar que si Jesús lo hubiera conocido y pagado los 5000 dólares de sus honorarios... otra hubiera sido la historia del mundo. También relata los padecimientos del ingenuo y enamoradísimo esposo de Roxie, Amos Hart (John C. Reilly, candidato a Mejor Actor de Reparto y curiosamente presente, simultáneamente, en otras dos películas nominadas: Las horas y Pandillas de Nueva York).

La versión teatral de Chicago se estrenó en Broadway en 1975, nacida del talento creativo y coreográfico de Bob Fosse, Fred Ebb y John Kander, quienes se apoyaron en la historia real de la asesina Roxie Hart. Este cronista la vio en Buenos Aires en 1978 (con Ambar La Fox y Nélida Lobato) y por ello pudo apreciar doblemente, durante la proyección, la adaptación cinematográfica de la obra realizada por Bill Condon y la notable dirección del debutante Rob Marshall, coreógrafo y director teatral, que consiguió que Chicago dejase de ser una pieza de teatro filmada para convertirse, novedosos recursos escénicos de por medio, en un show fílmico que impulsa al espectador a querer aplaudir cada uno de los cuadros musicales.

Aunque Marshall no copió al pie de la letra la coreografía de Bob Fosse, el espíritu de éste ronda la película, sobre todo en el homenaje encubierto de la primera secuencia, donde la deslumbrante Zeta-Jones (nominada a Mejor Actriz de Reparto) desborda la pantalla cantando y bailando el tema "All That Jazz" (título del film cuasi autobiográfico del desaparecido coreógrafo), reavivando su paso, antes de ser estrella de Hollywood, como bailarina y cantante por los escenarios de Londres en el musical "Calle 42".

La esposa de Michael Douglas es la única integrante del elenco protagónico que ostenta un pasado en estas lides, pese a lo cual el director del film decidió que esos actores y actrices no fueran doblados cantando ni bailando, y exigió al elenco un intenso entrenamiento de dos meses. El resultado no pudo ser mejor. Renée Zellweger (El diario de Bridget Jones) justifica con creces su propia candidatura a Mejor Actriz Protagónica y, si bien nunca igualará la voz de Barbra Streisand –su tono se acerca al de Talia–, tiene escenas de antología, como la de los títeres, el rag de la prensa o ese final a dúo con Zeta-Jones.

La elección de los roles secundarios revela otro mérito de la producción. La rapera y actriz Queen Latifah anima a una extraordinaria "Mama" Morton, mientras que John C. Reilly, en la piel del humillado marido de Roxie Hart, anima una escena en la que entona, con algo de mímica chaplinesca, la canción Mister Celofán (alguien que casi no existe... porque nadie repara en él), en la que se agiganta de un modo que hubiera sido imposible predecir.

Pero Chicago es más: una fotografía deslumbrante; unas canciones, un sonido y un vestuario sencillamente impecables. Volviendo a las estatuillas, si algo de justicia existiera en su derredor, el Oscar a Mejor Edición se lo debería llevar este film, cuya magia permite que Richard Gere aparezca bailando como si fuera Gene Kelly y logra que este galán maduro, que también canta en la película, no sea confundido con el mentado Mister Celofán.

Enrique Monzón      

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