Gregory Hoblit es un
claro exponente de la línea media, de la clase B de Hollywood. Comenzó
dirigiendo en televisión, destacándose sus trabajos en las series "El precio
del deber", "L.A. Law" y "Policía de Nueva York". Su salto al cine se
produjo con La verdad desnuda, un thriller judicial que proyectó a la
fama a Edward Norton, integrante de un sólido elenco liderado por un sobrio
Richard Gere. La primera hora de este film era muy buena, ya que exploraba
con acierto los dilemas morales de la abogacía, sumado a un análisis
descarnado de las luchas de poder en las altas esferas de la sociedad. La
segunda mitad del relato se iba al demonio, de la mano de una vuelta de
tuerca inverosímil, imposible de sostener. Sin embargo, se podía intuir a un
director capaz de narrar fluidamente y sacar lo mejor de sus actores. Con
Poseídos y Desafío al tiempo Hoblit logra sus mejores trabajos:
films que apuestan a la mixtura de géneros sin abandonar una narración
clásica, con actores como Denzel Washington, John Goodman, Donald
Sutherland, Dennis Quaid y James Caviezel, que nunca caen en ninguna pose.
Son dos películas disfrutables, que crean mundos propios, claramente
identificables, durante un par de horas.
Con Crimen
perfecto, Hoblit vuelve a reflejar todas sus contradicciones como
realizador, sus virtudes y defectos, sus ambiciones y limitaciones. El film
cuenta la historia de un ingeniero (Anthony Hopkins), detallista hasta la
obsesión, quien es acusado de intentar asesinar a su esposa, dejándola en
coma tras un disparo de arma de fuego. Cuando convocan para llevar la
acusación a un abogado ascendente (Ryan Gosling) que está a punto de
abandonar la fiscalía para trabajar en un prestigioso estudio de abogados,
éste acepta sin dudar, ya que todo pinta de maravillas: hay una confesión
oral, otra escrita y el acusado ha decidido ser su propio abogado, lo cual
no parece nada lúcido. Pero pronto todo se complica, porque el arma homicida
no aparece y el policía que obtuvo la confesión... resulta haber sido el
amante de la esposa en coma.
A partir de aquí, se plantea un duelo
de inteligencias, que implica a la vez, para el abogado, una obligación de
replantearse ciertas cuestiones éticas y morales. Hoblit prolonga este duelo
a nivel actoral. Hopkins siempre reconcentrado, elaborando cada gesto, en
contraposición a un Gosling primero un tanto desganado, trabajando sólo en
base a su carisma juvenil, pero que luego va endureciendo su aspecto,
delatando su conflicto interior.
Es verdad que, al igual que en La
verdad desnuda, Hoblit vuelve a caer en la vuelta de tuerca
pretendidamente astuta. Además desaprovecha ciertos personajes, o los
introduce sin razón aparente, como el de la jefa con la que Gosling entabla
un romance. Pero compensa con una pulsión narrativa muy poco usual en
Hollywood y un pertinente ensamble del elenco. Su cine no es de alto vuelo,
pero se defiende. Lo que se dice un pequeño artesano.
Rodrigo Seijas
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