Un defecto del cine argentino es copiar cuanta pavada novedosa aparece en
el del Primer Mundo. Gustavo Postiglione cae en este error e insiste en
erigirse en la versión local del Dogma. Canon 1: registro
"realista" de una situación –un asado en su primera
película, filmada en tiempo casi real, un cumpleaños en esta segunda.
Canon 2: cámara en mano, muy inquieta, indominable, que lleva a
preguntarse si quien la maneja lo hace por primera vez (y a esperar que
sea por última). Canon 3: registrar las banalidades absolutas de los
diálogos, a un extremo que da vergüenza ajena.
Suponemos que Postiglione quiere ser un crítico costumbrista.
Suponemos que quiere poner en evidencia los tópicos de la clase media
argentina. Lo logra: realiza una película construida exclusivamente por
tópicos, por formas de relaciones tópicas. Y eso es todo; nunca llega a
atravesarlas, nunca propone nada a cambio, nunca asoma una sola idea, un
nuevo concepto.
Los invitados a El cumple exhiben un catálogo de lo peor de
nuestras miserias. Los hombres: la bravuconería, la homofobia, la
impotencia, el machismo y la xenofobia; todo resulta redimido por la
amistad, la camaradería masculina. Las mujeres: si en El asadito
estaban ausentes de ese ritual al parecer exclusivo para ellos, aquí se
les permite mostrarse... para que demuestren por qué son un mal
necesario. La misoginia de Postiglione no da tregua en ningún momento.
En El cumple se bebe y se habla. No digamos se conversa, porque
los diálogos deshilvanados parecen de sordos; cada uno de los invitados
encerrado en sus motivaciones personales, egoístas, desinteresado por
quien tiene delante. No falta el momento de la confesión –cuando
amanece, como es de imaginar. La charla fragmentada tampoco conduce a
acción alguna, empieza y acaba en sí misma, en sus frases hechas, sus
lugares comunes, en su convencionalismo intrascendente.
Cuando se habla del cine de Postiglione siempre se subraya que sus
películas están íntegramente filmadas en Rosario, como si esto fuera un
índice de calidad per se. El uso del blanco y negro, la grabación
de un video dentro del film, la pantalla dividida que muestra varias
escenas simultáneas se presentan como pautas de un cine posmoderno e
independiente. Y sin embargo, se siente en El cumple el mismo
tufillo del viejo cine argentino discursivo y dogmático que permanece
vivo, como si volviera reciclado, con aires de novedad, para mostrar, una
vez más, lo mismo.
Josefina Sartora