Los avatares de la distribución cinematográfica hicieron que En
compañía de los hombres se estrenara en la Argentina después que Tus
amigos y vecinos. Ambas son de Neil LaBute, quien figura entre los
pocos directores americanos actuales realmente independientes:
tiene inquietudes propias, filma con personalidad, no parece excesivamente
preocupado por la taquilla. La cuestión es que este film no sólo es
anterior en un año a Tus amigos y vecinos, sino que sus formas
son mucho más ásperas, mucho más agrestes. Estoy pensando
en el sonido (en la copia que me tocó en suerte, al menos, los diálogos
se escuchan bien, pero es casi lo único que se escucha) y en la puesta en
escena, que no está descuidada pero es demasiado
estática. Esto convierte a En compañía de los hombres en una
película difícil... cuando no debería serlo. Quiero decir:
difícil de seguir, de digerir, hasta de soportar en algunos tramos. Y sin
embargo sigue siendo un film que toca temas inquietantes, importantes, y
los toca muy bien. Primera conclusión: En compañía de los hombres no
deja de ser recomendable; pero lo más recomendable, si la ven, es que
luego alquilen Tus amigos y vecinos (disponible en videoclubs) y
disfruten de esos mismos temas (o mejor: de otros de similar
calibre) acunados por más pulidas y redondas formas.
Todo empieza cuando Chad y Howard,
dos empleados de una corporación cuya rama específica no se nos revela,
son enviados a pasar seis semanas en otro Estado, trabajando en una sede
de la misma empresa. Ya en el aeropuerto, antes de partir, los diálogos
los pintan como dos patanes cuarentones. Howard es una suerte de pelele:
calvo, de anteojitos, más bien tímido, todavía no puede entender que
cierta mujer lo haya dejado, y sufre por eso. Chad, que fue su compañero
en la universidad, es el típico bien parecido con aspecto de
ganador, de trepador incluso, uno de esos tipos que parecen inmunizados
contra la depresión. Claro que Howard es el "jefe de proyecto", y Chad
subordinado suyo, lo que empareja un poco la situación. Las metas
personales y las laborales, como así la posición que cada cual ocupa en
el mundo y en la compañía, son cosas que deberían guardar ciertamente
alguna relación. Pero en este film, como en la vida, están destinadas a
mezclarse, a confundirse espantosamente. De aquí provienen sus vigorosos
ímpetus temáticos, hasta de denuncia yo diría, aunque el tono de LaBute
nunca deja de ser sutil, sobrio, distante de cualquier declamación.
Volviendo a Chad y Howard, lo que
también comparten es su condición de machos resentidos. Lo que da
pie al morboso trato que sellan a poco de llegar a destino, entre las
muchas copas con las que se emborrachan en un bar: se comprometen
mutuamente a elegir a una muchacha frágil, de esas que nunca faltan, y en
el mes y medio que les queda por delante a conquistarla los dos, a
llevarla a la cama... y a abandonarla antes de volver a casa, con toda la
crueldad que les sea posible. De este modo saldarían sus cuentas con el
género femenino y, de paso, se divertirían en grande. La víctima
perfecta es Christine, una mecanógrafa de agencia que trabaja en la misma
compañía. Es joven, bella... y no podría ser más frágil: sorda desde
los ocho años, se las arregla para leer los labios pero hace lo imposible
para no hablar, ya que le sale una voz –en palabras de Chad– de retrasada
mental. El plan se pone en marcha, pero ya no les cuento más.
Lo que deben haber deducido es
que hay un segundo filón temático, de índole afectivo-romántica, bien
que condimentado con toda la sordidez y el patetismo que dos machos como
estos, y semejante pacto, implican. A su manera, sin embargo, este filón
nos aproxima a muchos de los rasgos que acompañan los primeros tramos de
tanto romance más o menos típico que se cuece por estos días (y no
sólo entre colegas de oficina). Las verdades a medias, las mentiras
solapadas, los intereses diversos, acaso incompatibles, de dos seres
que sin embargo fueron llevados a unirse. La mayor virtud de En
compañía de los hombres está en el modo en que ambos temas se
entrelazan. Las locuras "de corporación" meten la cola en las
románticas: ahí está Howard, haciendo valer su jerarquía y sus
contactos para forzar alguna cita con la muchacha. Y las locuras románticas
potencian a las otras, toda vez que una separación equivale a una
tragedia para alguien que no tenía otra certeza, otra seguridad a la que
aferrarse, que su puesto laboral. Sobre todo si ese puesto ha dejado de
pertenecerle...
En este sentido, el título permite
dos lecturas: son las seis semanas de Christine en compañía de los
hombres, de estos dos hombres, pero también es la temporada de los
tres en la Compañía de los Hombres; es decir, en este mundo, en
el que las corporaciones ya no se limitan a planificar cronogramas y
organigramas internos, sino que han pasado a digitar buena parte de los
rituales de la vida social, afectiva y amorosa de la gente. Así nos va.
Guillermo Ravaschino
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