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FAHRENHEIT 9/11

Estados Unidos, 2004


Largometraje documental dirigido por Michael Moore
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Michael Moore realiza sus films documentales con una clara intención política: el cuestionamiento y modificación del sistema democrático –político, social y económico– imperante en Estados Unidos. En Roger y yo analizaba los efectos devastadores que el cierre de una planta de la General Motors había ocasionado en Flint, su pueblo natal. En Bowling For Columbine –ganadora del Oscar en 2003– atacó el armamentismo de los civiles en su país, analizando el sentimiento de culpabilidad de sus conciudadanos y la paranoia que los aqueja. Retoma ambos asuntos en Fahrenheit 9/11, su film más ambicioso, pues dirige su mirada crítica sobre los últimos cuatro años de la política del gobierno de los Estados Unidos, cuyas decisiones han derivado en una guerra sin sentido aparente. Este documental escarba entre lo que se oculta –pero no tanto– detrás de esa guerra: devela los intereses económicos del presidente Bush y sus socios, que llevaron a las invasiones a Afganistán e Irak, y expone sin anestesia la obra devastadora de la guerra sobre los iraquíes y los propios estadounidenses.

Moore filma apoyado en la convicción de que la realidad es rizomática, y establece los vínculos que subyacen entre personajes, hechos, holdings económicos e incluso políticas hipócritas de reclutamiento de soldados. Su film pasa de un tema a otro sin profundizar en cada uno de ellos, pero aporta muchísima información nueva. En todo caso, abre preguntas, plantea interrogantes y dudas que se mantendrán en la conciencia del espectador. Se trata de un gran collage armado con voces e imágenes vistas en la TV y otras inéditas, desgarradoras pruebas de los abusos y humillaciones ejercidos por las tropas norteamericanas contra civiles iraquíes, y el desengaño de esos mismos soldados. Hay asimismo omisiones importantes: el papel de la OTAN en las guerras es una de ellas.

El film apela a códigos más televisivos que cinematográficos para denunciar el maquillaje de la política: combina un activo montaje de imágenes de archivo –su tratamiento del atentado a las torres es impactante– con el documental interactivo en el que el propio director aparece en pantalla investigando sobre distintos temas e incomodando a los poderosos, en los momentos más vitales de su película. Moore manipula esa información, pero al hacerlo no se aparta de los mecanismos del sistema que denuncia –como proceden las cadenas televisivas–, y tiene un objetivo muy concreto: detener la guerra en Irak y evitar que el actual presidente sea reelecto. Baste decir que en este año crucial de elecciones presidenciales, el partido republicano ha pedido la prohibición de Fahrenheit 9/11.

Producida por Miramax, una división de Disney, ésta se negó a ser la distribuidora del film, el cual reunió a más de 3 millones de espectadores en el primer fin de semana de su estreno, en respuesta a una convocatoria que expresó así su oposición a la guerra. Por otra parte, la película ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes con un jurado más norteamericano que europeo, en un premio de mayor significación política que cinematográfica. Fahrenheit 9/11 resulta un fenómeno similar al de tanto cine documental nacido de la urgencia en los últimos años en Argentina.

Michael Moore va (vuelve a ir) contra la pretendida objetividad del documental de observación, que no existe en los hechos. Y al mismo tiempo aporta una cuota de entretenimiento, algo que siempre ha sido su fuerte: chistes, golpes de efecto, montajes fotográficos, todo sirve para ridiculizar con ironía y sarcasmo al Presidente, a sus ministros y a los miembros del Congreso. El suyo es un documento acerca del uso y abuso del poder, y no dudamos de que tendrá poderosas consecuencias.

Josefina Sartora      

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