Hierro 3
tiene estreno comercial al fin, después de haber obtenido el premio de la
Federación Internacional de Críticos (Fipresci) al mejor film de 2005 y de
haber pasado por el Bafici del mismo año, ya casi doce meses atrás. Es el
primer título oriental importante de la temporada 2006.
A
medida que desarrolla su cinematografía, el coreano Kim Ki-duk se afianza en
la elaboración de elementos que ya parecen serle propios y que conforman un
estilo y una puesta en escena muy determinados, absolutamente personales. En
Hierro 3 llega a un grado óptimo en su estilización, que pierde en su
film posterior, El arco –proyectado en el reciente Festival de Mar
del Plata–, en el que esos elementos recurrentes se han transformado en
manierismos, en clisés.
El ritual. En Hierro 3, la ocupación temporaria de casas ajenas
funciona como una forma de vida para el protagonista solitario, quien en sus
domicilios transitorios ejecuta de manera recurrente los gestos y ritos
propios de la vida cotidiana: cocinar, lavar la ropa, reparar objetos que no
funcionan, escuchar música o sacarse fotos como formas de apropiación del
terreno, de hacer hogar. Sin embargo, tal hogar es fugaz, y después
de unos muy pocos días habrá de salir en busca de otro domicilio, hasta que
el destino ponga una mujer en su camino e imprima una alteración fundamental
en esos gestos cotidianos.
El proceso de
aprendizaje. Al
principio, el hombre no mide las consecuencias de sus actos, que en algunos
casos llegan a resultar fatales. Como en Primavera, verano, otoño,
invierno... y otra vez primavera, el encierro y el aislamiento
significarán la oportunidad de evolución, el acceso a otro estadio,
realizándose un pasaje a una cierta alteridad a través del adiestramiento
físico.
El mutismo. El protagonista innominado nunca pronuncia una palabra, él
y la mujer y no llegan a intercambiar ni una frase en todo el film, y como
la protagonista de La isla, él desarrolla destrezas físicas
sorprendentes. Pero en el caso de Kim Ki-duk, el silencio nunca opera como
señal de incomunicación, ya que la comunicación se realiza por otras vías
que no son las de la palabra.
La cámara. Si fuera posible, la imagen de este cineasta ha devenido
cada vez más exquisita, con una amplia variedad de planos: detalles con
acción fuera de campo, cámara subjetiva, puesta en abismo de fotografías
dentro de fotografías, las posibilidades se multiplican.
Los objetos. Relacionados a menudo con el fetichismo o la violencia, en
las películas de Kim Ki-duk los objetos cobran peso como significantes o
incluso tienen el valor de símbolos, como los iconos religiosos de
Primavera, verano... y el arco de su último film. Aquí el palo de golf
–un hierro 3, palo poderoso y de precisión– opera como instrumento de
venganza brutal. Lo cual nos lleva, por fin, a...
La violencia. Constante de toda su filmografía, la violencia asoma con
diversas manifestaciones entre los verdaderos dueños de casa, y su
tratamiento se relaciona con el del juego, en un film en que el elemento
lúdico es el que establece las reglas.
Josefina Sartora
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