1.
Ante el supuesto progresismo de los hermanos Coen, adalides de la
independencia ahora coronados definitivamente por el establishment
cinematográfico mundial desde la última entrega de los premios Oscar, se
vuelve imprescindible parecer conservador, reaccionario, incluso
fundamentalista, y sentenciar a esta última película suya no a la hoguera
por muy inquisidores que seamos, sino al Tártaro, ese ámbito de castigo
descrito bíblicamente como solitario, eterno, oscuro y helado.
2.
Quémese después de leerse es una comedia que remite al subgénero de
espías sobre dos empleados de un gimnasio que creen encontrar un CD con
información gubernamental secreta, una mujer obsesionada por hacerse
cirugías plásticas, un funcionario de alto nivel desempleado, bebedor y
engañado por su mujer, otro de poca monta que engaña
a
la
suya y hace lo que sea para no envejecer, etc., etc., etc. Sólo que a los
Coen no les interesa la comedia ni tampoco el cine de espías tanto como para
homenajear o reelaborar una u otra matriz, sino lo suficiente como para
captar el interés del público. Una vez conseguido esto, se dedicarán a
maltratarlo tanto como a sus personajes sin aportar nada significativo ni
provechoso en lo que a intensidad emocional o lenguaje cinematográfico
respecta.
3.
Cuando se dice que el cine clásico era bigger than life no sólo se
dice que Hollywood se caracterizó por el costo desproporcionado de sus
producciones, sino también y sobre todo por un cine cuyo artificio era
emocionalmente poderoso y producía sentido dramático. Mucha agua ha pasado
debajo del puente desde entonces, Hollywood ya no es lo que era ni tampoco
el mundo en que vivimos, pero desde entonces y en los lugares más diversos
del planeta sigue habiendo cineastas de todo tipo y factor que hacen un cine
generoso, lo que no quiere decir que sea necesariamente popular sino
arriesgado, expuesto, comunicativo. Los Coen no. El suyo es un cine cómodo
consigo mismo, serial como el de Woody Allen pese a pretenderse de autor,
feo no sólo debido a que el mundo que retratan lo es sino porque cómo están
convencidos de que no hay la más mínima virtud en él su puesta en escena –su
mirada sobre el mundo– no hace más que reflejar ese arrogante escepticismo
suyo que no refleja
a su vez
otra
cosa que pobreza de espíritu. Y si las películas de los Coen nos llevan a
hablar en términos de
"virtud"
o "espíritu",
se debe a que su cine es moralista en extremo y no hace otra cosa que emitir
juicios condenatorios contra todo y contra todos, pese a estar identificados
con el bando más progresista de Hollywood. Cine
fariseo el suyo, entonces, cine hipócrita, mezquino, smaller than life.
Con demócratas como estos haciendo cine, a uno no le queda más remedio que
rogar por la vuelta de fascistas como John Milius.
4.
Eric Rohmer terminó una gran crítica de The Big Sky diciendo que no
se puede "amar
profundamente ningún film si no se ama profundamente los de Howard Hawks".
Yo pienso que quien ame profundamente las películas de los hermanos Coen es
incapaz de amar profundamente el cine, porque ellos mismos son incapaces de
hacerlo.
Marcos
Vieytes
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