Es difícil, realmente difícil, comprender los senderos que llevan a
hacer una crítica cinematográfica. A ver: Cien años de perdón es una
excelente película. Si este comentario es tardío se debe a que recén
tuve la oportunidad de verla en el festival de cine de Gavá (cerquita de
Barcelona), donde se llevó todo. Digo Todo. Vine, entonces, a ver la crítica
realizada en su publicación. Y me encontré nuevamente con una
desagradable sorpresa: Hay una crítica demoledora, minimalista, que
enfoca claramente un par de árboles para tapar el bosque. El filme es una
radiografía más que interesante sobre los últimos tiempos de nuestro país.
Pero sin discursos: Glusman simplemente nos cuenta una historia de
desesperaciones varias. Pero no bastardea a sus personajes. La desesperación
los convierte en marginales, pero no en demonios. La redención final del
más maldito de ellos ejemplifica la relación que debería darse entre un
realizador y su obra, una clara muestra de un cine diferente al que
estamos acostumbrados a ver de manos argentinas. Sin apelaciones a lo
sobrenatural para explicar lo bueno o lo malo. Sin peroratas morales
acerca de las causas y consecuencias de las acciones de los personajes.
Cien años de perdón es de lo mejorcito que se ha estrenado en estos últimos
años en la Argentina. Excelentes actuaciones (quizás Pompeyo esté algo
sobrepasado, pero esa es su naturaleza), sobre todo del actor que
personifica al padre, cuyo nombre no recuerdo, de la Tritek, del propio
Glusman, etc. Si bien todos sabemos que lo que hace que nos guste o no un
filme es algo bastante misterioso, que tiene que ver con paradigmas
propios, con los fantasmas que ocultamos en el ropero, creo que cuando se
ejerce la crítica como labor deberían (ya que no se puede abandonarlos)
dejarse explicitados, así podemos saber desde dónde se realiza la crítica.
Porque destruir a un filme por supuestas fallas técnicas es no hacer caso
de lo principal del cine: la necesidad de contar una historia, si esta
historia es interesante, y si está contada de un modo que permita su
comprensión. Lo demás suele ser cháchara de cinéfilos. O mala leche
ideológica.
Gustavo E. Gordillo (La Tablada, Argentina. Edad: 38)
|