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CIEN AÑOS DE PERDON

Noviembre 19, 2000


Es difícil, realmente difícil, comprender los senderos que llevan a hacer una crítica cinematográfica. A ver: Cien años de perdón es una excelente película. Si este comentario es tardío se debe a que recén tuve la oportunidad de verla en el festival de cine de Gavá (cerquita de Barcelona), donde se llevó todo. Digo Todo. Vine, entonces, a ver la crítica realizada en su publicación. Y me encontré nuevamente con una desagradable sorpresa: Hay una crítica demoledora, minimalista, que enfoca claramente un par de árboles para tapar el bosque. El filme es una radiografía más que interesante sobre los últimos tiempos de nuestro país. Pero sin discursos: Glusman simplemente nos cuenta una historia de desesperaciones varias. Pero no bastardea a sus personajes. La desesperación los convierte en marginales, pero no en demonios. La redención final del más maldito de ellos ejemplifica la relación que debería darse entre un realizador y su obra, una clara muestra de un cine diferente al que estamos acostumbrados a ver de manos argentinas. Sin apelaciones a lo sobrenatural para explicar lo bueno o lo malo. Sin peroratas morales acerca de las causas y consecuencias de las acciones de los personajes. Cien años de perdón es de lo mejorcito que se ha estrenado en estos últimos años en la Argentina. Excelentes actuaciones (quizás Pompeyo esté algo sobrepasado, pero esa es su naturaleza), sobre todo del actor que personifica al padre, cuyo nombre no recuerdo, de la Tritek, del propio Glusman, etc. Si bien todos sabemos que lo que hace que nos guste o no un filme es algo bastante misterioso, que tiene que ver con paradigmas propios, con los fantasmas que ocultamos en el ropero, creo que cuando se ejerce la crítica como labor deberían (ya que no se puede abandonarlos) dejarse explicitados, así podemos saber desde dónde se realiza la crítica. Porque destruir a un filme por supuestas fallas técnicas es no hacer caso de lo principal del cine: la necesidad de contar una historia, si esta historia es interesante, y si está contada de un modo que permita su comprensión. Lo demás suele ser cháchara de cinéfilos. O mala leche ideológica.

Gustavo E. Gordillo (La Tablada, Argentina. Edad: 38)

 


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